Es posible que muchos/as hayamos oído hablar de la inteligencia emocional y del enorme potencial que tiene pero…

¿Qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional, tal y como su nombre indica, se refiere a la capacidad o habilidad para identificar, comprender y gestionar las emociones de manera “adecuada”. Si lo traemos a algo más cercano, podríamos equipararlo al dominio de un idioma; conocer un idioma permite identificar las palabras que componen las frases, entender su significado y, lo que requiere un mayor grado de experiencia, manejar el idioma o lo que es lo mismo, hablarlo.

Con el tiempo y un poco de observación somos capaces de conocernos a nosotros/as mismos/as y podemos saber que, a veces, nos duele la cabeza cuando nos enfadamos, o movemos una pierna de manera compulsiva cuando una situación nos genera ansiedad. Esto ayuda a detectar, primero, que eso que estamos sintiendo es una manifestación física de un estado emocional y segundo, que se produce por un motivo aunque a veces no es tan sencillo de encontrar. Una vez que sabemos que nos pasa algo, llega el turno de saber qué exactamente. De la misma manera que la pimienta, el eneldo o el cilantro son todas especias con diferentes sabores y resultados en el plato, no es lo mismo estar triste que enfadado/a, aunque muchas veces lo primero se pueda manifestar como lo segundo. Esto se llama la autoconciencia emocional… menudo palabro… 🙂

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La autoconciencia emocional y la importancia de entender lo que sentimos

En este punto abogo por las emociones “negativas”, relativamente mal vistas en este momento en el que casi por obligación debemos estar contentos/as o alegres. A veces, nos enfadamos por las cosas que suceden en nuestro entorno y debemos entender el motivo para mejorar la situación que provoca nuestro enfado. La inteligencia emocional no es un mundo de “yupi”, donde solo existe la alegría, sino que existe un abanico de emociones que, cuando profundizamos en ellas, nos señalan cuáles son los aspectos de una situación que no nos gustan para poder actuar en consecuencia, a veces cambiándolos, otras, eliminando la situación.

Ambas pueden valer para automotivarnos, para conseguir objetivos o metas por medio de las emociones. De hecho, muchas veces el enfado es un elemento motivador para cambiar las situaciones, aunque eso requiere centrar la atención en los objetivos y no en los obstáculos, habilidad que también se puede trabajar.

Y cuando conocemos nuestras emociones llega el turno del autocontrol emocional

¿Y en qué puede ayudarnos el autocontrol emocional? Pues a saber qué hace falta para mejorar el estado emocional. Hay personas que cuando se sienten tristes o enfadados/as pintan, hablan con otras personas, escriben o lo dejan en un rincón hasta que lo retoman para volver a pensar en ello. Esto les vale para reflexionar e ir dominando la emoción, para no dejarse llevar por ello. Son estrategias con las que gestionarlas y a cada uno le funcionan mejor las suyas o las que más encajan con ellos/as. Igual que las recetas de cocina, a unos/as les pueden gustar con un poco más de azúcar y a otros con un poco más de sal.

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Conócete a ti mismo para conocer a los demás

Igual de importante es conocer el estado emocional de uno/a mismo/a como el de los demás, así como comunicarlo a otras personas. Este aspecto, la expresión emocional, es clave y muchas veces recibimos una pequeña ayuda de las demás personas que nos conocen bien o al revés. A veces, la persona que más nos conoce sabe que cuando respondemos de manera más seca de lo habitual puede ser una manera inconsciente de expresar que todavía seguimos pensando en el trabajo. Incluso en el caso de los niños/as, cuando a veces “se portan mal” o incordian a algún compañero/a es altamente probable que le haya pasado algo más pero que o no es consciente o no sabe cómo decírnoslo. Muchas veces, incluso, se comunican de manera no verbal. Si bien es importante darles las estrategias para conocerse y expresar lo que les sucede, podemos utilizar nuestra inteligencia emocional para reconocerlas y actuar en consecuencia, que nos ayudará a mejorar los vínculos con las personas de las que nos rodeamos.

Finalmente, la habilidad para relacionarnos o expresarnos con los demás, llegar a acuerdos y conectar con otras personas es otro aspecto clave. Muchas veces, la interacción con otras personas puede provocar reacciones emocionales en nosotros/a. Entender las causas de los comportamientos de otras personas y cómo nos hacen sentir le dará otro matiz a la situación. Las interacciones con otros/as no siempre son positivas y tan importante es buscar las que nos hacen sentir bien, como gestionar o superar las que nos hacen sentir mal.

Si quieres seguir profundizando sobre inteligencia emocional sigue leyendo en nuestro siguiente post.