El cajón donde se esconden los Calcetines
Los niños y las niñas son como calcetines en el cajón de la vida: vienen en diferentes colores, tamaños y estampados. Al igual que los calcetines, algunos pueden ser más llamativos, otros más discretos, pero todos cumplen la misma función esencial de mantenernos calentitos, protegidos de las heridas y acompañarnos en nuestro camino. Aunque cada niño/a sea único/y especial, al final, todos/as comparten el mismo vínculo de la infancia, todos/as son niños/as con necesidades especiales y únicas por sus características personales y sus entornos. En un conjunto armonioso que teje la tela de la diversidad con hilos de risas, inocencia y curiosidad. Metafóricamente hablando, si mezclamos los calcetines, podríamos imaginar que estamos creando un vibrante collage de individualidades. Al igual que los niños, cada par de calcetines tiene su propia historia, su propio color y estilo. Al mezclarlos, se crea una expresión única que resalta la diversidad y la riqueza de las experiencias compartidas. En lugar de perder la identidad, los calcetines se entrelazan de manera inesperada, formando un conjunto que refleja la belleza de la colaboración y la convivencia, celebrando la singularidad de cada elemento en la mezcla.
Por eso, he descubierto por qué los calcetines quieren separarse de su pareja idéntica, los calcetines, como pequeños exploradores en el cajón de la vida, tienen una inclinación aventurera por perderse en la colada, como si fueran buscadores de mundos desconocidos entre las prendas, se convierten en exploradores y les gusta estar con otros calcetines diferentes de los que pueden aprender, disfrutar y mezclarse con ellos. Con lo que también es un error querer que todos/as hagan y se comporten igual.
Los/as educadores/as, maestros/as, profesores/as no nos damos cuenta y queremos tener calcetines iguales, con comportamientos y respuestas iguales, en donde en el fondo nos sentimos cómodos con este sistema y citando una frase «Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, pensará toda la vida que es un inútil».
Para mi, esta frase resume el problema que tenemos a la hora de educar y dar clase, que si no nos damos cuenta de esto, no van a funcionar las cosas. Es difícil cambiar los hábitos y reconozco que tenemos muchas cosas en contra, pero no podemos escudarnos en no hacer nada porque todo está mal. Hay que cambiar aunque sea poco a poco, pautas en la educación, buscando esa educación inclusiva de la que tanto hablamos, pero que solo serán palabras en un folio que no valen de nada. Los cambios tienen que venir del adulto/a que puede hacerlo, a poco que cambiemos algunos hábitos y cojamos esos calcetines desiguales y nos los pongamos en los pies y veamos que son calcetines con las mismas valías pero con dibujos y formas diferentes y ser yo quién se adapte a llevarlos así , observaremos que el método funciona y que con el tiempo se harán niños/as más seguros que encontrarán su camino con sus necesidades atendidas y veremos los resultados con gran orgullo.
Hay que pelear por conseguir más medios, más ayuda , más formación o lo que necesitemos y así trabajar con gusto y ganas. Tenemos que conseguir esa motivación con la que siempre se empieza y no perdernos en el camino de la burocracia y los días grises. Tenemos que buscar los calcetines de color y mantenerlos con esos colores vivos y alegres para conseguir adultos geniales.
“La diversidad de los niños, comparada metafóricamente con calcetines únicos, se entrelaza en un collage armonioso, celebrando la individualidad mientras teje la riqueza de experiencias compartidas, y como pequeños exploradores, los calcetines ‘disfrutan’ de su travesía entre la colada, formando parte de ese cajón donde se esconden los calcetines.